En 2020, la reunión del G20 se llevó a cabo en Riyadh, Arabia Saudí, en medio de la crisis del Covid-19, con una repercusión mediática reducida. Uno de los puntos destacados en la agenda fue el tema del cambio climático y cómo abordarlo. Aunque no era una novedad, como se demostró en la Conferencia de Dubái en 2023, las perspectivas de las partes involucradas eran, y continúan siendo, intencionadamente diferentes.
En dicha cumbre se presentó la visión de la Circular Carbon Economy, concebida por Carlos Duarte y William McDonough, y se acompañó con una infografía de una representación simplificada del ciclo del carbono dentro de un modelo de economía circular industrial. Aunque ese diagrama sigue estando vigente, es menos conocido que el “Butterlfy diagram» (el diagrama de mariposa), que ejemplifica la propuesta de economía circular convencional. Pero no por menos conocido resulta menos interesante. Por el contrario, este esquema integra la dimensión del carbono como componente clave en la intersección entre la economía circular y su contribución a lucha contra el cambio climático.
Una gestión apropiada del carbono como materia (carbon as a matter, recarbonización material), combinada con la disminución de la dependencia de los combustibles fósiles (carbon as a fuel, descarbonización energética), teóricamente, podría llevarnos a cumplir los objetivos de mitigación de cambio climático mediante la reconfiguración del ciclo del carbono a nivel de productos y procesos.
El carbono no es el enemigo, en ningún caso; tampoco lo es en la lucha contra el cambio climático. Pero tiene que estar donde es más productivo y donde su acumulación no suponga un problema para la humanidad ni el Planeta.
Las emisiones de CO₂ y otros gases de efecto invernadero tienden a desequilibrar la relación entre la atmósfera y la troposfera, y son, de hecho, residuos exacerbados por la actividad humana. La acumulación de CO₂ en la atmósfera es la principal causa del calentamiento global, y aunque el proceso sea complejo, existe un amplio consenso en el que, junto con la reducción de estas emisiones de origen humano (aquellas que no pueden ser absorbidas naturalmente por los ecosistemas), hace necesario implementar una estrategia de captura o eliminación del carbono (o CDR, Carbon Dioxide Removal).
En los años 80, un profesor de Ecología de la Universidad de Barcelona (cuyo nombre no recuerdo) nos explicó por primera vez, la relación entre el contenido de CO₂ en la atmósfera y la actividad humana. Su comentario fue optimista y así lo percibí: para pasar de las 330ppm de CO₂ atmosférico de aquel momento a una cifra cercana a los 350ppm, que hoy sabemos que nos situaría en el “safe side” planetario, haría falta quemar todo el material comburente del Planeta, biomasa y combustibles fósiles incluidos. Pues bien, hoy sabemos que no sólo hemos sido “capaces” de romper la barrera de las 400ppm de CO₂ atmosférico, sino que además lo hemos hecho en un espacio de tiempo extraordinariamente corto.
Para corregir esta situación, no basta con reducir drásticamente nuestro nivel de emisiones y compensar las inevitables con los ecosistemas naturales (soluciones basadas en la naturaleza, NBS, por sus siglas en inglés, como océanos, bosques, selvas, praderas e incluso animales). Necesitamos aspirar a un balance de carbono negativo, entendido como un balance “negativo” entre lo que emitimos y lo que capturamos o absorbemos.
La captura del carbono o carbon removal
Como declaró Artur Runge-Metzeger (Ex director de la Comisión Europea, Dirección General de Acción por el Clima) en el informe El Estado de la Remoción de Dióxido de Carbono (1ª Edición, 2022):
«No importa qué ruta del IPCC siga la humanidad, mantener el aumento de la temperatura global por debajo de 1.5°C requerirá la remoción creciente de cantidades cada vez mayores de CO₂ de la atmósfera. En primer lugar, las emisiones de gases de efecto invernadero difíciles de reducir tendrán que ser compensadas con remociones para lograr emisiones netas de CO₂ igual a cero en menos de treinta años. En segundo lugar, a partir de entonces, vastas cantidades de CO₂ tendrán que ser capturadas del aire durante muchas décadas, limpiando la atmósfera y devolviendo los niveles atmosféricos de CO₂ a niveles seguros para el clima. A más tardar para entonces, la remoción de dióxido de carbono (CDR) y la gestión sostenible de los ciclos globales del carbono se habrán convertido en el foco principal de la acción climática a nivel mundial. En este inmenso ejercicio global de limpieza, todos tendrán que asumir su responsabilidad histórica.»
En definitiva, el papel de la estrategia de Captura y Almacenamiento de Carbono (CCS y CCUS, Carbon Capture and Storage and Carbon Capture Utilization and Storage o Captura y Almacenamiento de Carbono y Utilización y Almacenamiento de Carbono, en español), no solo será relevante, sino que, según los últimos datos del IPCC y teniendo en cuenta el marco de tiempo que tenemos, será más relevante que nunca con el pasar de los años.
En el diagrama de Duarte y McDonough (ver imagen 1), sobre cómo conseguir la neutralidad en carbono en el año 2050, indica que hay que estabilizar las emisiones en 28 Gt CO₂, y compensarlas con 28 Gt de CO₂ capturadas y almacenadas por año. De estas 28 Gt de CDR (Carbon Dioxide Removal), 23 Gt serían capturadas y almacenadas por las NBS (del inglés Nature Based Solutions o soluciones basadas en la naturaleza) y 5 Gt en forma de DACs (Direct Air Capture o Captura Directa del Aire).
La escalabilidad de las estrategias CDRs parece, por tanto, prioritaria. Por CDR entendemos la captura y almacenamiento durable de CO₂ atmosférico en el suelo, los bosques, los océanos, las formaciones geológicas, y/o los productos.
Algunos ejemplos de CDRs son: Biochar, reforestación, bioenergía con Carbon Capture & Storage (BECCS o captura del carbono y almacenamiento) y Direct Air Carbon Capture and Storage (DACCS). En la actualidad, de hecho, en el momento de publicación del informe en 2022, la mayoría de CDRs de las 2 GtCO₂ que se capturan de la atmosfera, se sustentan en tecnologías convencionales tales como la reforestación, aforestación y gestión forestal responsable.
Al margen de algunas dudas sobre la integridad y efectividad científicamente demostrada de estas prácticas, lo que revelan las cifras es que el potencial para la captura y almacenamiento del carbono atmosférico es considerable. Además, cabe señalar que la capacidad y la eficacia de los sumideros naturales, tanto en los ecosistemas oceánicos como terrestres, no están garantizados en lo absoluto debido a la pérdida de biodiversidad, la deforestación y las disfunciones oceánicas.
Por lo tanto, las 3 GtCO₂ adicionales previstas hasta el 2050 podrían no ser suficientes; de hecho, seguramente, se necesitarán capturas extra, con algunos escenarios que sugieren la necesidad de alcanzar cerca de las 10 GtCO₂ adicionales.
Mercado y metodología CDRs
Se suele decir que el cambio climático es la prueba de la ineficiencia del sacrosanto mercado, entendido en su aceptación más neoliberal. Curiosamente, el desarrollo urgente de las CDRs va a requerir del mercado.
En el momento de escribir estas líneas, leo la noticia de Microsoft Corporation confirmando la retirada o compra del paquete de CDRs más grande realizado hasta la fecha, con casi 100,000 toneladas de CO₂ en forma de Biochar, producidas en una planta de México, y auditadas por una empresa suiza. Este es solo el principio. Para llegar, eventualmente, a la cifra de 10 GtCO₂, se necesitaría multiplicar por 100.000 esta cantidad (si, x10^5, si no me fallan las matemáticas), en un año. De momento, parece que EE. UU toma la delantera, y lidera el mercado. Pero Europa movió ficha también y presentó un borrador de propuesta de regulación del mercado que contemple las CDRs.
La postura europea busca evitar los problemas de consistencia de los mercados voluntarios de carbono que pueden minar su escalabilidad. Lo importante aquí, sea cual sea la estrategia del sector privado o público, es que las CDRs sean efectivas y socialmente equitativas.
El mercado de Créditos de Carbono – tanto voluntario como “mandatory” – es controvertido, convulso, y volátil, altamente volátil, de hecho. Recientemente, la Smith School of Enterprise and the Environment junto con la Universidad de Oxford, han publicado una nueva revisión de los Principios de Oxford para la Compensación de Carbono Alineada con el Neto Cero, y los CDRs juegan un papel clave.
La plataforma de origen finlandés Puro Earth, desarrolló, en colaboración con el NASDAQ, un nuevo estándar metodológico de créditos de carbono – los CDRCs (Carbon Dioxide Removal Credits o Créditos por Remoción de Dióxido de Carbono, en español). Estos créditos de carbono son asimilables a los offsetting credits o créditos de compensación, pero incorporan nuevos elementos como el Análisis del Ciclo de Vida completo del proveedor, y un análisis exhaustivo de los criterios científico-técnicos de elegibilidad.
El origen y la durabilidad de los CDRs constituyen la clave de la integridad de esta nueva propuesta metodológica, apoyada en una alta trazabilidad y transparencia de todo el proceso.
Parece que van encajando todas las piezas, el tiempo nos dirá si el puzzle final es el que necesitamos.
Por Ignasi Cubiñá, co-fundador de Eco Intelligent Growth (EIG), CSO y partner de Grupo Construcía
Miembro de la Fundación Privada Empresa y Clima.