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Movimiento de Base. Elvira Carles, marzo 2019

Si les cito Greenbow Warrior y Greenpeace, ¿Qué les viene a la memoria? Seguro que el recuerdo de lanchas neumáticas zigzagueando entre barcos y escaladores desplegando pancartas reivindicativas a centenares de metros de altura. Estábamos años 80 y 90 del siglo pasado, y una vez terminada la guerra fría, el activismo social pacifista mutaba en una actitud beligerante sobretodo en temas de defensa de la tierra. Se trataba de un movimiento de base, grassroot, como se define en inglés.

Dos acontecimientos recientes: el movimiento estudiantil Fridays for Future y el Green New Deal impulsado por los demócratas más radicales del Congreso de EE.UU., parecen tomar el testigo, dos décadas después, de aquel movimiento de base ambientalista. Dos fenómenos que demandan una cierta atención en la agenda global de la lucha contra el Cambio Climático y a los que hay que añadir también otras iniciativas locales como la firma a cargo de 50 medios de comunicación españoles de un protocolo sobré cómo explicar y comunicar el Cambio Climático. En Fridays for future, impulsado por la adolescente sueca Greta Thurnberg, decenas de miles de jóvenes de todo el mundo han cambiado el aula por la pancarta y se han manifestado exigiendo un cambio al señalar, con razón, que estamos llegando a un límite de punto sin retorno y nos exigen a todos que es preciso cooperar para compartir los recursos del planeta de manera equilibrada. ¿Tendrá continuidad esta iniciativa? ¿O será otro ejemplo de tendencia postmoderna sujeta a los likes y a los trending topics? El segundo ejemplo de vuelta del ambientalismo a los movimientos de base es el Green New Deal. Una clara evocación a los planes rooseveltianos de estímulo económico impulsados a raíz de la Gran Depresión. Su objetivo es ambicioso: lograr la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero de un 40% a un 60% en 2030, además dejar en “cero” las emisiones globales hacia 2050 en todo EE.UU. Este plan, cuya cara visible es la joven congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez, simboliza un nuevo impulso progresista tras la victoria demócrata en la Cámara de Representantes del pasado noviembre y recupera, en parte, a un actor tan importante en la lucha mundial contra el Cambio Climático como es EE.UU. Se trata de una enmienda a la totalidad de la política medioambiental de Donald Trump y puede actuar como narrativa y horizonte transformador a corto plazo, dando lugar a un nuevo paradigma económico y político. ¿Cómo debemos interpretar ambos movimientos? ¿Qué códigos nos envían a todas aquellas organizaciones y empresas que en mayor o menor medida estamos colaborando en detener el calentamiento global? ¿Se trata de un toque de atención ante nuestra lentitud o falta de reacción ante los escenarios futuros? ¿Nos hemos encerrado en torres de marfil y hemos dejado de escuchar a la gente corriente? Sí y no, si me permite la vaguedad de la respuesta. Sí, porque parece que los movimientos sociales no acaban de confiar en quienes pilotan la estrategia global contra el Cambio Climático, tal vez como muestra del desencanto con la política y las instituciones que es está experimentando en, por ejemplo, la UE. Y la respuesta también es No, porque todos ellos son consecuencia directa de la apuesta decidida de muchos países y entidades privadas de hacer frente al calentamiento global e informar y formar a sus ciudadanos. Como muestra de esa apuesta de los países afrontar al Cambio Climático, algunos ejemplos. En la UE, el aumento de la ambición en la lucha contra el Cambio Climático puede ser casi automática. Sólo hace falta valorar los datos los objetivos que acordó la todavía Europa de los 28 en junio de 2018 de alcanzar una penetración de energías renovables del 32% y un aumento de la eficiencia energética del 32,5% (con respecto al escenario tendencial) en 2030. La UE podría aumentar su ambición climática, alcanzando una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero de más del 45% en 2030, frente al actual compromiso de deducir nuestras emisiones en un 40% en 2030, con respecto a los niveles de emisiones de 1990. Junto a ello, el porcentaje del próximo presupuesto europeo dedicado a la lucha contra el Cambio Climático aumentará (al menos) del 20% actual al 25%. La propuesta de la Comisión Europea abogaba por destinar el 25% del presupuesto europeo a la hora de afrontar el Cambio Climático y el Parlamento por un 30%, mientras que las asociaciones ecologistas solicitaban el 40%. Un dato más, para 2030 la UE deberá tener al menos un 27% de cuota de energías renovables y el mismo porcentaje de mejora de la eficiencia energética. Y en nuestro país, 2019 podría ser el año de la esperada Ley de Cambio Climático y Transición Energética. Una ley marco cuyo objetivo a 2030 previsiblemente será la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero en un 20% con respecto a los niveles de 1990. El objetivo a 2050 será alcanzar la neutralidad en carbono, es decir, que las emisiones de gases de efecto invernadero se compensen con absorciones de estas. Veremos qué nos deparan los resultados electorales del 28 de abril. El próximo mes de diciembre en Chile celebraremos la COP25 y será allí donde tendremos una nueva oportunidad para actuar ya, poner sobre la mesa la urgencia en el alineamiento de todas las partes y la importancia de la colaboración de todos los agentes como instrumento para combatir las desigualdades en el planeta. La única solución es transformar el modelo de desarrollo de una manera transversal. Necesitamos que sean los inversores, tecnólogos, actores urbanos, los energéticos, industriales o los desarrolladores de infraestructuras, entre otros, los que incorporen la variable climática a sus decisiones. Todos debemos pensar ya en verde. Las empresas y los estados deben ser capaces de establecer una nueva forma de relacionarse con nuestro entorno, generando confianza, colaborando en el desarrollo sin hipotecar el futuro. Hay que investigar para encontrar soluciones sostenibles. Este es un ejercicio de responsabilidad que nos incumbe a todos, huyendo de las urgencias y sentando las bases para preservar el patrimonio colectivo, mejorar la eficiencia para proteger los recursos, aportar soluciones y planificar el porvenir. Debemos crear un modelo de desarrollo sostenible. Nuestros hijos y millones de ciudadanos desencantados con la actitud de muchos de sus gobiernos, se han convertido en un movimiento de base, grassroot, en la lucha contra el Cambio Climático y nos lo están exigiendo. Elvira Carles Brescolí Directora de la Fundación Privada Empresa y Clima