Si les cito Greenbow Warrior y Greenpeace, ¿Qué les viene a la memoria? Seguro que el
recuerdo de lanchas neumáticas zigzagueando entre barcos y escaladores desplegando
pancartas reivindicativas a centenares de metros de altura. Estábamos años 80 y 90 del siglo
pasado, y una vez terminada la guerra fría, el activismo social pacifista mutaba en una
actitud beligerante sobretodo en temas de defensa de la tierra. Se trataba de un movimiento
de base, grassroot, como se define en inglés.
Dos acontecimientos recientes: el movimiento estudiantil Fridays for Future y el Green New
Deal impulsado por los demócratas más radicales del Congreso de EE.UU., parecen tomar el
testigo, dos décadas después, de aquel movimiento de base ambientalista. Dos fenómenos
que demandan una cierta atención en la agenda global de la lucha contra el Cambio
Climático y a los que hay que añadir también otras iniciativas locales como la firma a cargo
de 50 medios de comunicación españoles de un protocolo sobré cómo explicar y comunicar
el Cambio Climático.
En Fridays for future, impulsado por la adolescente sueca Greta Thurnberg, decenas de miles
de jóvenes de todo el mundo han cambiado el aula por la pancarta y se han manifestado
exigiendo un cambio al señalar, con razón, que estamos llegando a un límite de punto sin
retorno y nos exigen a todos que es preciso cooperar para compartir los recursos del planeta
de manera equilibrada. ¿Tendrá continuidad esta iniciativa? ¿O será otro ejemplo de
tendencia postmoderna sujeta a los likes y a los trending topics?
El segundo ejemplo de vuelta del ambientalismo a los movimientos de base es el Green New
Deal. Una clara evocación a los planes rooseveltianos de estímulo económico impulsados a
raíz de la Gran Depresión. Su objetivo es ambicioso: lograr la reducción de la emisión de
gases de efecto invernadero de un 40% a un 60% en 2030, además dejar en “cero” las
emisiones globales hacia 2050 en todo EE.UU.
Este plan, cuya cara visible es la joven congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez,
simboliza un nuevo impulso progresista tras la victoria demócrata en la Cámara de
Representantes del pasado noviembre y recupera, en parte, a un actor tan importante en la
lucha mundial contra el Cambio Climático como es EE.UU. Se trata de una enmienda a la
totalidad de la política medioambiental de Donald Trump y puede actuar como narrativa y horizonte transformador a corto plazo, dando lugar a un nuevo paradigma económico y
político.
¿Cómo debemos interpretar ambos movimientos? ¿Qué códigos nos envían a todas aquellas
organizaciones y empresas que en mayor o menor medida estamos colaborando en detener
el calentamiento global? ¿Se trata de un toque de atención ante nuestra lentitud o falta de
reacción ante los escenarios futuros? ¿Nos hemos encerrado en torres de marfil y hemos
dejado de escuchar a la gente corriente? Sí y no, si me permite la vaguedad de la respuesta.
Sí, porque parece que los movimientos sociales no acaban de confiar en quienes pilotan la
estrategia global contra el Cambio Climático, tal vez como muestra del desencanto con la
política y las instituciones que es está experimentando en, por ejemplo, la UE. Y la
respuesta también es No, porque todos ellos son consecuencia directa de la apuesta decidida
de muchos países y entidades privadas de hacer frente al calentamiento global e informar y
formar a sus ciudadanos.
Como muestra de esa apuesta de los países afrontar al Cambio Climático, algunos ejemplos.
En la UE, el aumento de la ambición en la lucha contra el Cambio Climático puede ser casi
automática. Sólo hace falta valorar los datos los objetivos que acordó la todavía Europa de
los 28 en junio de 2018 de alcanzar una penetración de energías renovables del 32% y un
aumento de la eficiencia energética del 32,5% (con respecto al escenario tendencial) en
2030.
La UE podría aumentar su ambición climática, alcanzando una reducción de las emisiones de
gases de efecto invernadero de más del 45% en 2030, frente al actual compromiso de
deducir nuestras emisiones en un 40% en 2030, con respecto a los niveles de emisiones de
1990. Junto a ello, el porcentaje del próximo presupuesto europeo dedicado a la lucha
contra el Cambio Climático aumentará (al menos) del 20% actual al 25%. La propuesta de
la Comisión Europea abogaba por destinar el 25% del presupuesto europeo a la hora de
afrontar el Cambio Climático y el Parlamento por un 30%, mientras que las asociaciones
ecologistas solicitaban el 40%. Un dato más, para 2030 la UE deberá tener al menos un 27%
de cuota de energías renovables y el mismo porcentaje de mejora de la eficiencia energética.
Y en nuestro país, 2019 podría ser el año de la esperada Ley de Cambio Climático y
Transición Energética. Una ley marco cuyo objetivo a 2030 previsiblemente será la reducción
de emisiones de gases de efecto invernadero en un 20% con respecto a los niveles de 1990.
El objetivo a 2050 será alcanzar la neutralidad en carbono, es decir, que las emisiones de
gases de efecto invernadero se compensen con absorciones de estas. Veremos qué nos
deparan los resultados electorales del 28 de abril.
El próximo mes de diciembre en Chile celebraremos la COP25 y será allí donde tendremos
una nueva oportunidad para actuar ya, poner sobre la mesa la urgencia en el alineamiento
de todas las partes y la importancia de la colaboración de todos los agentes como
instrumento para combatir las desigualdades en el planeta. La única solución es transformar
el modelo de desarrollo de una manera transversal. Necesitamos que sean los inversores,
tecnólogos, actores urbanos, los energéticos, industriales o los desarrolladores de
infraestructuras, entre otros, los que incorporen la variable climática a sus decisiones. Todos
debemos pensar ya en verde.
Las empresas y los estados deben ser capaces de establecer una nueva forma de
relacionarse con nuestro entorno, generando confianza, colaborando en el desarrollo sin
hipotecar el futuro. Hay que investigar para encontrar soluciones sostenibles. Este es un
ejercicio de responsabilidad que nos incumbe a todos, huyendo de las urgencias y sentando
las bases para preservar el patrimonio colectivo, mejorar la eficiencia para proteger los
recursos, aportar soluciones y planificar el porvenir. Debemos crear un modelo de desarrollo
sostenible. Nuestros hijos y millones de ciudadanos desencantados con la actitud de muchos
de sus gobiernos, se han convertido en un movimiento de base, grassroot, en la lucha contra
el Cambio Climático y nos lo están exigiendo.
Elvira Carles Brescolí
Directora de la Fundación Privada Empresa y Clima