Las plantas de fabricación de cemento están entre las actividades que más contribuyen al calentamiento. La fabricación de cemento es responsable del 8% de las emisiones de CO₂ arrojado a la atmósfera, seguido de la producción de energía y el transporte, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Sin embargo, este es uno de los sectores industriales donde resulta más difícil la descarbonización. Mientras tanto, en este contexto están surgiendo las primeras iniciativas para la implantación de tecnologías destinadas a captar este CO₂ para que deje de ser arrojado a la atmósfera. Parece ciencia ficción, pero cada vez lo puede ser menos. El esfuerzo de descarbonización (eliminación de estas emisiones de CO₂) deberá ser enorme en el sector del cemento en los próximos años. Las políticas de protección del clima y los propios compromisos del sector sitúan como horizonte la ambiciosa meta de logar un balance de emisiones 0 para mitad de siglo. Las elevadas emisiones de CO₂ en estas fábricas se producen en dos focos principales de su proceso productivo. Por una parte, convencionalmente, la fabricación de cemento utiliza combustibles fósiles para la fabricación de Clinker (el material base para obtener el cemento), que comporta elevadas emisiones de CO₂ y otros gases. Y, por otra parte, se producen emisiones inherentes al proceso de producción cuando la caliza (carbonato cálcico) se debe descomponer para extraer el CO₂ y producir el Clinker. Las emisiones en esta parte del proceso suponen el 60% del total que arrojan al aire las cementeras (el resto salen de la combustión).
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