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El impacto del cambio climático en la seguridad alimentaria

En el mundo hay 690 millones de personas que viven con inseguridad alimentaria. Estas personas no tienen un acceso regular a los alimentos que necesitan para crecer, desarrollarse y llevar una vida activa y saludable.

La inseguridad alimentaria se da en los casos en los que no se dispone de alimentos o cuando no se dispone de los recursos necesarios para obtenerlos. Por ejemplo, en los casos en los que las y los agricultores que viven de la tierra no pueden conrear el campo. Los factores que influyen en esta situación van desde causas políticas a intereses comerciales, guerras y conflictos armados, pandemias o desastres naturales.

Sin duda, una de las causas que afectan más a la producción de alimentos y, por consecuencia, a la seguridad alimentaria, es el cambio climático.

Inundaciones, sequías, olas de calor y tormentas son fenómenos que se han intensificado en los últimos años como consecuencia del aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero que ha provocado el cambio climático.

La crisis climática impacta especialmente en el aumento del hambre en el mundo y es una de las principales causas de las crisis alimentarias, tal y como señala la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Los efectos del cambio climático en la alimentación también tienen graves efectos sobre la desnutrición y podría afectar a millones de niños en 2050.

Organismos como la FAO y entidades como Acción contra el Hambre y otras organizaciones humanitarias trabajan para paliar la situación. En la región africana de Sahel (África), una de las más afectadas por la crisis climática y el hambre, se utiliza la inteligencia artificial y los datos recopilados por satélites para detectar los mejores pastos entre la sequía; eso repercute en la seguridad alimentaria, ya que se facilita el acceso a los medios de vida de millones de personas.

Gracias a este tipo de iniciativas, el índice de desnutrición en el mundo ha caído del 18% al 11% en los últimos diez años. Actualmente, se calcula que 63 países en desarrollo han cumplido el Objetivo de Desarrollo Sostenible: Hambre Cero.

Sin embargo, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) advierte que, si no actuamos con mayor contundencia, 600 millones de personas más podrían pasar hambre en 2080 como resultado del impacto del cambio climático.

Efectos de la crisis climática

El cambio climático provoca olas de calor, períodos más largos e intensos de sequía, inundaciones, tormentas, etc. Estos fenómenos se producen como consecuencia del calentamiento global, un aumento de la temperatura media de la superficie de la Tierra durante largos períodos de tiempo.

Los efectos del cambio climático afectan gravemente al acceso a los alimentos. Cuesta más acceder a ellos, producirlos de forma estable y, por lo tanto, esto impide mantener hábitos alimentarios y ofrecer los cuidados y las prácticas de salud de las poblaciones más vulnerables.

Esto se debe a que los fenómenos derivados del cambio climático destruyen los cultivos, empobrecen el suelo y provocan el aumento de los precios de los alimentos. Además, a menudo están relacionadas con el aumento de la presión sobre los recursos naturales y, en particular, con el acceso al agua potable, lo que tiene graves consecuencias para la salud de las personas.

Algunas poblaciones se encuentran sin acceso a alimentos y privadas de sus medios de subsistencia. Cuando la situación se vuelve demasiado grave, la gente no tiene más remedio que desplazarse a otros lugares para sobrevivir. Son los llamados “refugiados climáticos” y podrían llegar a ser 143 millones en 2050, según datos del Banco mundial.

Tres regiones del mundo están particularmente afectadas por este pronóstico: África subsahariana, el sur de Asia y América Latina. En este último caso, un estudio de Acción contra el Hambre revela que 9 de cada 10 familias tienen dificultades para acceder a una alimentación correcta en el Corredor Seco de Centroamérica. Además, la región debe hacer frente también a los efectos de la pandemia.

África, la más afectada

Los países con mayor riesgo de fenómenos meteorológicos extremos tienen, en consecuencia, un mayor número de personas desnutridas, especialmente en las zonas donde la población depende de la agricultura local. La mayoría de estos países se encuentran en zonas en desarrollo y son muy vulnerables a los efectos de fenómenos extremos como ciclones o huracanes, inundaciones y sequías prolongadas.

Actualmente, 183 millones de personas se encuentran en situación de estrés alimentario. Y de estas, el 71% se distribuyen en una treintena de países de África. Especialmente grave es la situación de los países del Cuerno de África y África meridional, que se ven gravemente afectados por los fenómenos climáticos.

Por ejemplo, las previsiones para la temporada de carestía de 2021 en el Sahel son alarmantes: el número de personas en riesgo de inseguridad alimentaria se ha triplicado en sólo dos años, lo que eleva la cifra a más de 29 millones en la región. Las poblaciones en situación de emergencia que requieren una acción inmediata se han multiplicado prácticamente por ocho desde 2019 y se estiman en más de 811.000 individuos.

“El Sahel es un claro ejemplo de los tres factores que intervienen en la generación de hambre: los conflictos, los efectos del cambio climático en las cosechas y la ganadería, y el impacto de la COVID-19 en sistemas económicos y sociales fragilizados. Esto se traducirá en una grave crisis nutricional este verano y deberemos movilizar recursos adicionales para responder a ella”, asegura Manuel Sánchez Montero, director de Incidencia y Relaciones Institucionales de Acción contra el Hambre.

Fuente: La Vanguardia