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De las tres erres a las tres íes. Javier Martín Vide Enero 2015 La Vanguardia

Las reglas nemotécnicas son un recurso práctico para recordar algo que interesa o se memorizó intencionadamente. No es raro, sin embargo, que las reglas nemotécnicas, caracterizadas por su brevedad, se usen sin ánimo de comprender lo que refieren, como a veces ocurre entre algunos estudiantes que, apoyándose en ellas, vierten en el examen una determinada información, aun sin pretender entenderla.

Las famosas 3 erres de la sostenibilidad cotidiana, reducir, reutilizar y reciclar, han tenido la virtud de recordar e implicar al ciudadano en unas prácticas domésticas de ahorro de recursos, incluida la energía, y de reducción de residuos, que, a escala planetaria, constituyen objetivos primarios del desarrollo sostenible. ¿Por qué y para qué consumir más de lo necesario? –reducir- ¿Por qué no volver a usar lo que sigue manteniendo su utilidad? –reutilizar- ¿Y cómo renunciar al proceso creativo, plenamente humano, que tiene su modelo en la naturaleza, de transformar desechos en nuevos productos? –reciclar-.

El indudable éxito nemotécnico de las 3 erres, que no de su asunción responsable generalizada, porque aún queda mucho camino por recorrer, al margen de la reducción de las bolsas de plástico en el supermercado o de la separación de los residuos en el hogar, nos invita a dar un paso más en una sociedad moderna y avanzada tecnológicamente. En un planeta que se acerca a alguno de sus límites biofísicos, si no ha comenzado ya a sobrepasarlos, y cuyas sociedades tienen acceso ya mayoritario a un intercambio virtual densísimo, se imponen nuevos retos, sin dejar de lado los aún no alcanzados.

De las tres erres a las tres íes, podría ser la nueva propuesta nemotécnica. Aun siendo absolutamente necesarios, no basta con reducir, reutilizar y reciclar. Vamos a añadir la implicación personal en el ámbito colectivo, la innovación como ejercicio de superación y de mejora, y la imaginación como potencia estimuladora exclusivamente humana. De ahí que propongamos 3 íes: implicarse, innovar e imaginar.

Implicarse más allá de las pautas de sostenibilidad domésticas, en el debate y la participación activa en las iniciativas ciudadanas y políticas en pos de una sociedad más sostenible, valorando las actuaciones de la administración y de los agentes sociales, y exigiendo el cumplimiento de las normas. Innovar en el desarrollo de nuevos productos, procesos y técnicas más eficientes y con menor impacto en el medio. La innovación puede resolver algunos de los problemas del crecimiento de nuestra sociedad, pero exige una inversión generosa y bien dirigida en investigación según las prioridades científicas y sociales que se acuerden y consensuen.

La innovación no debe vincularse exclusivamente al beneficio inmediato, al cortoplacismo, por lo que precisa recursos económicos estructurales. Innovar requiere, al tiempo, apoyar a las generaciones jóvenes suficientemente preparadas, pero hoy con futuro incierto. Hay que devolverles la esperanza respaldando su capacidad innata para la innovación, que se traducirá a medio plazo en un alto beneficio y provecho para toda la sociedad. Y finalmente, para completar las 3 íes, imaginar, una capacidad única y maravillosa del ser humano.

¿Cómo podemos esperar un mundo mejor sin imaginárnoslo?

 

Javier Martín Vide

La Vanguardia

7 de Enero de 2015