El pasado 16 de febrero se cumplieron 10 años de la entrada en vigor del Protocolo de Kioto. Se trataba del primer acuerdo mundial para la reducción de emisiones contaminantes y estaba auspiciado por la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Lo ratificaron 55 países, responsables al menos del 55% de las emisiones de CO2, y tenía como compromiso inicial la reducción de un 5% de dichas emisiones entre 2008 y 2012, tomando como referencia las realizadas en 1990. Ni EE.UU. ni China lo ratificaron. En 2012 se estableció el segundo periodo de compromiso hasta 2020.
Una década después de su ratificación, pero a sólo siete años de su puesta en marcha, conviene hacer balance del Protocolo de Kioto y señalar que sus resultados son más que satisfactorios. En el aspecto intangible, Kioto ha permitido poner de acuerdo a todos los países de que el Cambio Climático es una realidad científica, provocada por el hombre y que puede tener unas consecuencias fatales si no conseguimos detener el aumento de la temperatura de 2º C por encima de la época industrial. Son también consecuencia de Kioto y de sus resultados los compromisos futuros, falta ver en qué forma legal, que parece esta vez sí que ratificarán países como China o EE.UU., quienes no pueden quedarse otra vez fuera de un escenario en el que ahora son actores principales. Y por último, Kioto, ha servido para continuar negociando no sólo en las COP sino en las múltiples reuniones de trabajo como la que acaba de celebrarse en Ginebra con representantes de 194 países y a la que me referiré al final del artículo.
Volviendo al Protocolo de Kioto y pensando en datos concretos, una primera cifra señala que aquella propuesta inicial de reducción del 5% de emisiones de gases contaminantes –en referencia a 1990- ha pasado a ser en 2012 un 22,6% en los países ricos, a espera de que la CMNUCC realice una medición definitiva del primer periodo. Kioto, además ha dotado de mecanismos y herramientas tanto al sector público como al privado para contabilizar y reducir emisiones que hoy se utilizan constantemente.
Un ejemplo es el uso de los mercados para facilitar la inversión en acciones climáticas. La Unión Europea creó un sistema de comercio de emisiones que se ha replicado en todo el mundo en cerca de 30 plataformas similares donde las emisiones son un bien que se puede vender y comprar. Sin Kioto no habríamos llegado al nivel avanzado en que nos encontramos en cuanto a la implantación de energías renovables; tampoco en la ayuda a los países en desarrollo para que reduzcan las emisiones procedentes de la deforestación y la degradación forestal, ni se hubiesen realizado tantos proyectos de mitigación y adaptación.
Sirva como ejemplo la creación del Mecanismo de Desarrollo Limpio que facilita la cooperación entre países más y menos desarrollados, tanto para reducir emisiones como para impulsar el desarrollo sostenible. A día de hoy según datos de la CMNUCC existen en 105 países en desarrollo cerca de 7.800 proyectos de Mecanismo de Desarrollo Limpio que han evitado emitir más de 1.500 millones de toneladas de CO2.
En definitiva desde la Fundación Empresa y Clima creemos que el balance de la ejecución del Protocolo de Kioto en su primera fase es positivo. Un sólido punto de partida para el instrumento legal que debe ratificarse en la próxima COP de París a finales de año y que guíe la lucha global contra el Cambio Climático entre 2030 y 2050. Parte del cual se negoció hace poco en Ginebra donde se comenzó a dar formato de documento oficial al borrador cerrado en la COP20 de Lima, Llamamiento de Lima a la Acción Climática y que incluye asuntos de mitigación, adaptación, financiación, transparencia tecnológica y capacitación.
De la reunión de Ginebra podemos señalar cuatro conclusiones. La primera tiene que ver con el concepto de Responsabilidades Comunes pero Diferenciadas y Respectivas Capacidades de todos los firmantes. Esta idea reconoce la naturaleza evolutiva de las responsabilidades y capacidades de cada país hacia su compromiso con las soluciones al Cambio Climático. Se trata de una pieza clave hacia a París que allana el camino en un tema que antes no había podido ser resuelto.
Una segunda conclusión es que se mantiene vigente el registro de Contribuciones Nacionales, por el que todos los países –antes del 31 de marzo- deben haber explicado qué harán o prevén hacer para reducir sus emisiones. La ONU será la encargada de presentar dicho registro antes de noviembre y también coordinará un reporte de síntesis donde se podrán determinar los efectos agregados del conjunto de acciones de mitigación y adaptación de todos los países.
Una tercera consecuencia de lo negociado en Ginebra es que cada vez van a ser más importantes los Planes Nacionales de Adaptación de los países menos desarrollados. Estos se ejecutarán a través de políticas públicas tanto en su elaboración como ejecución así como en el acceso a su financiación.
En el nuevo acuerdo híbrido también tendrá un papel destacado el Mecanismo de Compensación por daños y perjuicios, a demanda de aquellos Estados más vulnerables, para que puedan afrontar los impactos irreparables del Cambio Climático allí donde los mecanismos de adaptación no son suficientes, como por ejemplo en los casos de daños ocasionados por el aumento del nivel del mar en a muchos países insulares.
Elvira Carles, Directora de la Fundación Empresa y Clima.