Los niveles de dióxido de carbono registrados también continúan aumentando a tasas históricamente altas, según la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA). Ambos gases son los principales responsables del calentamiento del planeta.
A menos que se actúe sobre las actividades que lo impulsan, este tipo de registros será la norma año tras año: por segundo año consecutivo, los niveles atmosféricos de metano alcanzaron una cantidad récord en 2021, acorde a los datos de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA), organismo del Gobierno de Estados Unidos referente en el monitoreo de los gases de efecto invernadero.
El análisis preliminar muestra que el aumento anual del metano atmosférico durante el año pasado fue de 17 partes por billón (ppb), la cifra más alta desde que comenzaron las mediciones en 1983. En 2020, a pesar de la pandemia, la subida fue de 15,3 ppb. Los niveles de metano atmosférico promediaron 1.895,7 ppb durante 2021, lo que supone un 162% más que los niveles preindustriales. Se estima, además, que las emisiones globales de metano del año pasado serán un 15% más altas que en el período 1984-2006.
El metano habitualmente está a la sombra del dióxido de carbono (CO2), principal gas que calienta el planeta. No obstante, el CH4 (fórmula por el que se conoce a este hidrocarburo) es responsable de cerca de la mitad del aumento de 1,2 °C de la temperatura media mundial desde la era preindustrial. Su potencial de calentamiento es más de 80 y 28 veces superior al del dióxido de carbono en un horizonte de 20 y 100 años, respectivamente.
Además, su vida en la atmósfera es más corta –entre 9 y 12 años– que la del CO2, por lo que si se redujeran sus emisiones se notarían efectos en las temperaturas de una forma más rápida. El informe del IPCC, publicado esta semana, dejaba claro que sin reducciones sobre este gas sería imposible mitigar el cambio climático. Según el panel de especialistas, para limitar la temperatura en 1,5 ºC es necesario reducir un 34% las emisiones de metano para 2030. Hacerlo evitaría un calentamiento de hasta 0,3 °C.
Esta cifra está en consonancia con la propuesta que nació en COP26. Durante la pasada cumbre del clima de Glasgow, un centenar de países suscribieron el Compromiso Mundial sobre el Metano, una iniciativa impulsada por Estados Unidos y la Unión Europea con el objetivo de reducir un 30% las emisiones de este gas de aquí a 2030.
Sin embargo, para poder lograr ese objetivo será necesario que no haya desfase entre las emisiones reales y las emisiones que reportan los países. En febrero de este año, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) informaba de que las emisiones de metano ligadas a los sectores del petróleo, el gas y el carbón subieron un 5% en 2021 y que son muy superiores a las comunicadas oficialmente por los gobiernos a la ONU. El desajuste no es pequeño: hay un 70% de diferencia.
¿De dónde sale el metano y cómo reducirlo?
Del total de emisiones de metano a nivel mundial, un 60% procede de fuentes antropogénicas, es decir, son responsabilidad de los humanos y sus actividades. De este porcentaje, más del 90% se origina en solo tres sectores: los combustibles fósiles (un 35%, si bien éstas emisiones se han «subestimado gravemente» según un estudio del año pasado), la agricultura (un 40%) y los residuos (un 20%). La ganadería es responsable de casi un tercio de las emisiones de metano. Un 92% se atribuye a los rumiantes, que expulsan estos gases en su mayoría a través de eructos y la respiración. El 8% restante procede de los no rumiantes, como pollos y cerdos.
Un informe publicado el año pasado por ONU Medio Ambiente señalaba que si si se adoptaran medidas técnicas ya disponibles podrían reducirse por sí solas las emisiones antropogénicas de metano en torno a un 20% al año. Ese porcentaje, sostienen, podría subir hasta al menos un 45% con medidas estructurales y de comportamiento más amplias.
En la Evaluación Mundial del Metano de la ONU, presentada también en 2021, señalaban que los cambios de comportamiento, como la modificación de la dieta o la lucha contra el desperdicio de alimentos, podrían aportar hasta un 44,4% de las reducciones anuales de emisiones (65-80 millones de toneladas al año), mientras que las innovaciones técnicas en la agricultura, como los suplementos para la alimentación animal, podrían aportar hasta un 16,7% a razón de unas 30 millones de toneladas anuales de aquí a 2030. Esta evaluación, no obstante, establecía una reducción más ambiciosa que la del IPCC: un 45% para finales de década, lo que se traduce en 180 millones de toneladas menos de este gas al año.
Acometer estos cambios y bajar los niveles de emisiones de CH4 evitaría, según cálculos de Naciones Unidas, unas 260.000 muertes prematuras, 775.000 visitas al hospital relacionadas con el asma, 73.000 millones de horas de trabajo perdidas por el calor extremo y 25 millones de toneladas de pérdidas de cultivos al año.
El CO2 también sube
Los niveles de dióxido de carbono registrados por la NOAA también continúan aumentando a tasas históricamente altas y comparables a la época del Plioceno, hace unos 4,3 millones de años. El promedio mundial de CO2 en la superficie durante 2021 fue de 414,7 partes por millón (ppm), lo que representa un aumento de 2,66 ppm con respecto al promedio de 2020. Significa que es el décimo año consecutivo en que este gas aumenta en más de 2 partes por millón, lo que representa la tasa de aumento sostenido más rápida en los 63 años desde que comenzó su monitoreo. Se estima que el nivel seguro de CO2 en la atmósfera es de 350 ppm, valor que se superó en la década de los 90.
Durante el año pasado, se emitieron a la atmósfera 36.000 millones de toneladas de dióxido de carbono a causa de las actividad humanas. Por comparar: ese mismo año, las emisiones de metano fueron de aproximadamente 640 millones de toneladas. A diferencia del metano, el CO2 permanece durante miles de años en la atmósfera. Lo que se emita hoy continuará calentando el planeta durante generaciones: «El efecto de las emisiones de dióxido de carbono es acumulativo. Alrededor del 40% de las emisiones del Ford Modelo T de 1911 todavía están en el aire hoy. Estamos a medio camino de duplicar la abundancia de dióxido de carbono que había en la atmósfera al comienzo de la Revolución Industrial», sostiene Pieter Tans, científico principal del laboratorio de Monitoreo Global de la NOAA.
Fuente: Climática