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Empresa y Cambio Climático. Ana Peña, septiembre 2018

A la vuelta de la última COP, celebrada en Bonn hace escasamente un año, asistimos a numerosos eventos para reflexionar sobre los avances, los temas tratados y futuras estrategias.

Fue una edición en la que se apostó por alentar a las ciudades, gobiernos, empresas y sociedad a pasar a la acción. Se comentaba el papel que desempeñan los distintos actores en el cambio hacia una economía baja en carbono y en especial el de las empresas tanto por los cambios internos requeridos en sus estrategias de negocio como por el poder de movilizar a su cadena de suministro.

Sin embargo, no hay que dejar de lado a los gobiernos con su potestad de legislar, de incentivar o desincentivar, de premiar o castigar, de desacoplar las emisiones del crecimiento y de orientar a la sociedad en su conjunto hacia una economía descarbonizada. Todos ellos, tienen la responsabilidad de establecer un marco jurídico con unos objetivos ambiciosos y con unas reglas de juego fijas en el tiempo que proporcionen confianza y estabilidad a los inversores.

No menos importancia tiene en este cambio el sector financiero. El Financial Stability Board, creado en la cumbre del G-20 en Londres, es un organismo internacional que persigue la eficacia y estabilidad del sistema financiero internacional que considera el Cambio Climático como una variable clave a tener en cuenta en la decisión de financiación. Les resulta difícil saber que compañías están sometidas a más riesgos, cuales están mejor preparadas y cuales están tomando medidas. Piden a las empresas transparencia tanto en la identificación y cuantificación de los impactos financieros de sus riesgos y oportunidades como en la gestión y control de los mismos.

Y es que, el calentamiento global del planeta está generando riesgos en la economía global e impactos en muchos sectores económicos. El universo de riesgos al que nos enfrentamos es muy amplio. Además de los daños físicos que sufrirán nuestras infraestructuras y activos existen otros riesgos de transición asociados a cambios regulatorios, tecnológicos, de mercado y reputacionales que también nos afectarán.

Sin embargo, no todo es negativo, porque si esta situación se mira desde otra perspectiva asociados a los riesgos se vislumbran muchas oportunidades de hacer las cosas de forma diferente y de dar respuesta a nuevas necesidades. La realidad es que la inversión se está dirigiendo hacia nuevos modelos de negocio que ayuden a alcanzar los objetivos del Acuerdo de París vía mitigación y adaptación de las infraestructuras a los efectos del clima. Actividades relacionadas con agua, que presenta una grave problemática de calidad y cantidad, con energía dónde hay una apuesta clara por la electrificación de la demanda, la eficiencia energética y las renovables, con adaptación de infraestructuras a los efectos del clima y por supuesto con ciudades que supondrá un gran reto en la gestión al acoger a un alto porcentaje de la población.

En todo este análisis las variables tiempo y escenarios climáticos son claves. El impacto financiero del riesgo o la oportunidad es distinto en una situación inmovilista en el que no habrá cambios legislativos ni normativos que en otra de desarrollo sostenible alineado con la consecución de los objetivos del Acuerdo de París y asociado a una economía “neutral en emisiones” a partir del mitad de siglo y con una cambio radical en la forma de producir y consumir la energía.

Sobre los distintos escenarios y el objetivo de no superar los 2º C a final de siglo, existe la certeza de que con los compromisos y actuaciones actuales no alcanzaremos esta meta. Por esta razón, hay una llamada a las empresas de paso a la acción. Ha surgido la iniciativa Science Based Targets impulsada por CDP, UN Global Compact, WRI y WWF. Hasta ahora, las empresas con pretensiones de crecimiento han hablado de reducir sus emisiones en términos de intensidad. Con esta iniciativa se da un paso más. Hay que reducir las emisiones en términos absolutos anualmente independiente del crecimiento. De esta forma invitan a las empresas a pensar no sólo en las medidas de eficiencia energética o compra de electricidad de origen renovable que ayudarán a reducir sus emisiones sino también sobre la naturaleza del negocio y su continuidad en el tiempo.

Y así, se llega a las empresas como motor del cambio. Las empresas tenemos que prepararnos a estos cambios, integrar el Cambio Climático a lo largo de toda la compañía y considerarlo en la toma de decisiones, principalmente, en las nuevas inversiones de negocio. Debe ser integrado en la gobernanza, estrategia, gestión de riesgos, métricas y objetivos. Tendremos que adaptar nuestros negocios y actividades para dar cumplimiento a las políticas y regulación emergente, acceder a financiación, dar respuesta a accionistas e inversores, cumplir con nuestros compromisos y asumir nuestra parte de responsabilidad en la lucha contra el cambio climático. En resumen, debemos integrar la estrategia climática dentro de la estrategia de la compañía.

ANA PEÑA LASECA
Jefe de Calidad, Medio Ambiente y Cambio Climático de FERROVIAL

Empresa Miembro de la Fundación Privada Empresa y Clima