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Las grandes potencias sitúan la recuperación verde en segundo plano

Los líderes políticos mundiales están situando en segundo plano la recuperación verde como salida a la crisis mundial por la Covid-19. Diversas organizaciones mundiales, agrupadas en torno a la red Climate Action Network (CAN), han censurado la expansión que están teniendo los combustibles fósiles y los sectores intensivos en la producción de CO2 gracias a las ayudas del sector público. Sostienen que se están desperdiciando las oportunidades de afrontar “una recuperación justa y perdurable a esta crisis”.

Su valoración se produce tras difundirse los contundentes resultados del proyecto Energy Policy Tracker (capitaneado por Ivetta Gerasimchuk, del Instituto Internacional para el Sostenible Desarrollo).

El resultado de este trabajo indica que los gobiernos están gastando mucho más en apoyo de los combustibles fósiles que en energía limpia, baja en carbono, según un análisis de los planes de rescate impulsados tras la crisis del coronavirus.

La idea de una recuperación verde puede quedar en mera retórica en muchos países, apuntan.

Los datos del proyecto Energy Policy Tracker muestran que los 20 países más ricos del mundo, que en conjunto representan el 80% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, se han comprometido a destinar más de 150.810 millones de dólares de dinero público (132.000 millones de euros) para apoyar los combustibles fósiles desde el comienzo de la crisis de Covid-19 este año.

Dura advertencia a los ministros de finanzas del G20, que se reunirán este fin de semana

Solo alrededor de una quinta parte de este gasto (concretamente, 30.250 millones de dólares: 26.450 millones de euros) está condicionado a requisitos ambientales como la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero o la limpieza de la contaminación.

En cambio, los países del G20 están destinando sólo alrededor de 88.630 millones de dólares (77.500 millones de euros) a gastos de estímulo a la energía limpia, a pesar de que la mayoría de esos gobiernos están comprometidos públicamente con el acuerdo de París sobre el cambio climático .

En EE. UU., al menos 58.1200 millones de dólares de estímulo (50.800 millones de euros) se destinarán a la industria de combustibles fósiles, equivalente a aproximadamente 177 dólares per cápita (155 euros).

El gasto en energía limpia es de 25.110 millones de dólares (22.000 millones de euros), o sea 76,50 dólares per cápita (66 euros).

Evitar las quiebras

Los recursos destinados a combustibles fósiles están diseñando para evitar la quiebra de las industrias afectadas por la crisis, preservar los empleos y evitar una peor aún recesión. Por ejemplo, las cifras incluyen el gasto en aerolíneas que han tenido flotas en tierra o que sus vuelos se han reducido drásticamente. El desplome del precio del petróleo ha amenazado millones de empleos

Las organizaciones ecologistas están preocupadas porque gran parte del dinero fluya hacia empresas a las que no se les ha impuesto condiciones para obligarlas a tomar medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero o luchar contra la contaminación.

“El apoyo político y financiero a los combustibles fósiles en los próximos meses no solo es un desastre para el clima, sino que también está aumentando la pobreza y la desigualdad”, señalan las organizaciones de la red CAN.

Esta valoración se produce en un contexto en el que el planeta afronta una emergencia de salud, se prevé una inminente recesión y se suceden las evidencias de la crisis climática.

“Los ministros de finanzas del G20, que se reunirán este fin de semana, deben capitanear la acción, y no solo palabras, y aprovechar este año para cambiar drásticamente el curso economía para alejarla de la peligrosa dependencia de los combustibles fósiles y encaucen inversiones que estén en línea con objetivos climáticos ambiciosos y actualizados”, señalan en un comunicado estas entidades reunidas por la CAN.

Emisiones al alza

Las emisiones de gases de efecto invernadero ya se han recuperado bruscamente tras sus fuertes caídas a principios de este año.

Cuando los confinamientos fueron más duros en todo el mundo, en abril, las emisiones diarias de carbono a nivel mundial disminuyeron en aproximadamente un 17%.

Pero ahora están solo un 5% por debajo de los niveles del año pasado, lo que aumenta el temor de que las emisiones se recuperarán a niveles más altos que antes del inicio de los confinamientos, especialmente si son alimentados por paquetes de rescate para las industrias de combustibles fósiles y una disminución en el transporte público.

La UE ha decidido seguir adelante con su acuerdo de recuperación que reduciría las emisiones, pero algunos aspectos de su plan están por definir. Francia, Alemania y Gran Bretaña han anunciado planes en este campo.

Si bien hasta no se han concretado las promesas de una recuperación verde, los activistas esperan que la urgencia mostrada para apuntalar a las compañías de combustibles fósiles se desvanezca y sea reemplazada por planes con bajas emisiones de carbono, a medida que los gobiernos aborden sus planes en los próximos pasos.

“La crisis de la Covid-19 y las respuestas de los gobiernos están intensificando las tendencias que ya existían antes de la pandemia. Las administraciones nacionales y subnacionales, que subsidiaron fuertemente la producción y el consumo de combustibles fósiles en años anteriores, se han dejado arrastrar otra vez por el petróleo, el gas, el carbón y la electricidad alimentada con combustibles fósiles”, señala Ivetta Gerasimchuk, líder del proyecto Energy Policy Tracker y miembro del Instituto Internacional para el Sostenible Desarrollo (IISD.

“Por su parte, las economías que ya habían comenzado una transición hacia la energía limpia ahora están utilizando paquetes de estímulo y recuperación para que esto suceda aún más rápido”, añade.

“La UE está arrojando combustible al fuego mientras se presenta como un defensor de la acción climática y los derechos humanos. Está inyectando miles de millones de euros de dinero público y apoyo político en proyectos peligrosos como el gasoducto Eastmed-Poseidón, que transportaría gas entre Israel y Chipre, a través de Grecia, a Italia. Esto exacerbaría las tensiones geopolíticas, fortalecería los regímenes opresivos, destruiría el medio ambiente local y el sustento de las comunidades y, por supuesto, sería un desastre climático”, señala Naomi Kreitman, miembro de una red de activistas contra el Gas (Gastivists Network).

Proyectos en marcha

Las comunidades de la costa del Golfo en los Estados Unidos se están movilizando para detener la construcción de tres terminales de exportación de gas de esquisto (obtenido con el método de fractura hidráulica) que arrojarían emisiones que alteran clima. “Destruirían las tierras indígenas sagradas y amenazarían la salud y la seguridad de las personas marginadas”, señala Bekah Hinojosa, representante de la campaña de la Costa del Golfo (Sierra Club, en EE. UU.).

Esta expansión propuesta también aumentaría la perforación de pozos de petróleo y gas en la cuenca Pérmica del oeste de Texas, y obligaría a la región “a convertirse en una colonia de extracción de combustibles fósiles para los mercados extranjeros”, dice Hinojosa. Años de oposición pública, campañas de desinversión dirigidas a bancos y acciones legales han retrasado los proyectos de exportación de gas (fracking) el próximo año. “No dejaremos de luchar hasta que estos proyectos se cancelen definitivamente”, concluye.

Fuente: La Vanguardia