COTIZACIÓN CO2 Cierre del 26-03-2024 60,76 €/T

España abandona el carbón: la competencia de las renovables y el alto coste de los derechos de emisión deciden…

Las centrales térmicas de carbón –denostadas por sus elevados niveles de contaminación y su fuerte contribución al calentamiento de la atmósfera– entonan el adiós en España. Un cúmulo de circunstancias está anticipando el fin de este modo de producción de electricidad.

El año 2019, el carbón sólo ha cubierto el 5% de la generación eléctrica, con lo que su producción ha bajado en el territorio peninsular casi un 70% respecto al año anterior. En los dos años anteriores, esta fuente de energía había aportado el 14,2% (2017) y el 17,2% (2018) de la demanda eléctrica.

El declive del carbón tiene como primer efecto destacado una drástica reducción de las emisiones de CO2 procedentes de sector eléctrico, lo que ayudará a España a cumplir sus objetivos climáticos.

Las emisiones de CO2 (principal gas de efecto invernadero) derivadas de la quema del carbón se redujeron el año pasado un 69% (pasaron de 33,5 millones de toneladas de CO2 a 10,3 millones de toneladas).

Teniendo en cuenta que buena parte del carbón se suplió con el gas natural de los ciclos combinados, el balance final de estos dos combustibles fósiles arrojó como resultado en el 2019 un descenso de emisiones del 32%, según un análisis de Jaume Morron, consultor especializado en energía.

El cierre de As Pontes (A Curuña), la mayor central del Estado, simboliza el declive de esta fuente de energía

Numerosas pruebas evidencian el declive del carbón. El 14 de diciembre ha sido el primer día en el que no se ha utilizado carbón para la generación eléctrica en la España peninsular.

Endesa presentó el 27 de diciembre la solicitud formal de cierre de las térmicas de carbón importado de As Pontes (A Coruña) y Litoral (Carboneras, Almería), que echarán el cierre dentro de año y medio, según se ha previsto.

Se trata de una decisión muy relevante, puesto que la central gallega es la más grande de España. La compañía Endesa informó que, “ante la clara ausencia de perspectivas de mejora en el futuro”, la “falta de competitividad” y la “profunda modificación de las condiciones de mercado”, ha optado por renunciar al carbón en la Península.

Endesa ya decidió en su día hacer lo mismo con las centrales de Compostilla (León) y Andorra (Teruel), aunque en estos casos las plantas ya estaban predestinadas al cierre el 31 de junio del 2020, puesto que no se abordaron las inversiones necesarias en filtros de descontaminación para cumplir con los límites de emisiones establecidos por la UE (y que entran en vigor en la citada fecha).

La competencia de las renovables y el elevado coste de los derechos de emisión explican la evolución del sector

Otras compañías ya decidieron hace tiempo dejar de producir electricidad con carbón. Iberdrola anunció en noviembre del 2017 que había solicitado al entonces Ministerio de Energía cerrar sus dos últimas centrales de carbón, la de Landa, en Asturias, y la de Velilla, en Palencia. Con estos anuncios, en la España peninsular sólo quedarán activas tres centrales de carbón de los principales grupos energéticos: las de Aboño y Soto de la Ribera, en Asturias (de la empresa EDP), y la de los Barrios, en Cádiz (de Viesgo).

Todo esto se produce en gran medida porque las empresas renuncian a efectuar las inversiones para ajustarse a la normativa europea, dado que no son rentables. En otros casos, la razón es el abaratamiento de las fuentes renovables, cada vez más competitivas.

Por otra parte, el encarecimiento de los derechos de emisión que deben pagar las empresas influyen en la decisión de tirar la toalla.

Los precios de los derechos de emisión han pasado de una media de 5,8 euros por tonelada de CO2 en el 2017 a 24,8 euros por tonelada en el 2019.

“Las empresas eléctricas están optando por el cierre de las térmicas de carbón por razones de mercado y no porque lo diga la ley, como están haciendo otros países europeos”, explica a este diario Tatiana Nuño, de Greenpeace.

La mayor parte de los países de Europa Occidental ha establecido por ley una fecha para el cierre de estas centrales.

La mayor parte de los países de Europa Occidental ha establecido por ley una fecha para el cierre a estas centrales. En cambio, en España ni el anteproyecto de la ley de Cambio Climático ni el Plan Nacional de Energía y Clima 2021-2030 enviado por el Gobierno a Bruselas (para acatar el acuerdo de París) señalan el fin definitivo de las térmicas de carbón. Estos documentos dejan que sea el propio mercado el que actúe. No obstante, no se descarta que excepcionalmente alguna térmica siga operando más allá del 2030.

Greenpeace reclama el cierre total de estas plantas en el 2025 y que se apruebe una ley para agilizar su clausura, algo que ahora exige largos y complejos procesos; no basta con que lo soliciten las eléctricas, sino que se requiere también una evaluación ambiental del emplazamiento así como una autorización de Red Eléctrica en la que se acredite que la medida no producirá desequilibrios en el sistema eléctrico o riesgo de desabastecimiento.

El reciente pacto de gobierno entre el PSOE y Podemos es inconcreto en este punto. El acuerdo indica como objetivo lograr que en el 2050 el 100% de la electricidad sea de origen renovable, pero no marca unos hitos intermedios “para actuar en consonancia con la gravedad del cambio climático”, señala Nuño.

“El cierre de estas centrales es una gran noticia en el camino hacia la descarbonización de la economía pero se tenía que producir antes, dados los impactos climáticos y en la salud que ocasionan”, dice Fernando Prieto, director del Observatorio de la Sostenibilidad. “Ahora urge cerrar cuanto antes las plantas de gas, hacia donde se ha pasado la producción eléctrica, para fomentar las renovables”, añade Prieto. Fomentar la generación distribuida y “descarbonizar las islas” son los nuevos “retos ineludibles” para este experto.

Fuente: La Vanguardia